CADA VEZ MÁS GENTE CONSULTA A ESPECIALISTAS POR ESTE TRASTORNO ASOCIADO A LA VIDA EN LA CIUDAD. CAUSAS Y CÓMO ENFRENTARLO


Vivir con ansiedad: una epidemia muy actual

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Si hay algo que se ha transformado en epidemia en los últimos cuarenta años, son los trastornos de ansiedad, que son la base, el combustible –o un componente fundamental– de decenas de diagnósticos y síntomas que escuchamos diariamente.

Se oye sobre el pánico, sobre las fobias, de cuadros obsesivos compulsivos, sobre el estrés, sobre síndrome de burn out… en todos ellos este factor, fuera de control, está presente de manera hiperintensa.

LA ANSIEDAD SE PRESENTA MÁS EN LOS MEDIOS URBANOS

En el campo, o en zonas más despobladas y de vida más tranquila, las patologías derivadas de este factor se dan menos, con menor intensidad. La vida cotidiana es difícil y estresante para todos, por más anticuerpos que se tengan. Las grandes urbes son usinas productoras de ansiedad, construir un blindaje contra la tiranía de los «tiempos modernos» es todo un trabajo.

Hablar de ansiedad es mencionar un estado emocional y físico displacentero, familiar –primo hermano, digamos– de la angustia. Todos tienen cierta dosis de ansiedad y estrés, pero es distinto cuando esta «sustancia» se presenta con la potencia suficiente como para complicar la vida. Hay que conectarse con uno mismo.

Entonces, mucha gente no se permite o «no se hace tiempo» para conectarse con los miedos, angustias y conflictos que son parte del abanico normal de emociones y situaciones que transitan los seres humanos cotidianamente; todos estos «estados del alma» siempre son «señales» que manda el cuerpo y la mente, pequeños desarreglos que imponen la tarea de parar, autoobservarse, y así (desde la introspección con esas señales) encontrar los mecanismos para regularlos y evolucionar.

La salud mental, ir mejorando en este punto, depende mucho de esos movimientos de equilibrio y desequilibrio permanente, es así como se va aprendiendo a vivir, superando esos desequilibrios. Por otro lado, cuando se empiezan a acumular cosas que pasan, cuando se vive demasiado rápido; cuando se deja pasar esas emociones o estados de ansiedad, estos van engordando, empeorando, siempre. Ir postergando esa actitud de sana conexión con uno mismo, es un factor desencadenante de esos picos de ansiedad y angustia que tanto ruido hacen. Es detenerse un minuto, registrar(se) y empezar a hacer cosas para regular ese «todo» mente-cuerpo que somos.

Las causas

Ahora bien: cuando una persona «sufre» de ansiedad estructural en su personalidad, con sus respectivos síntomas y diagnósticos, las causas son más complejas de rastrear. Todo empieza en la familia primaria: nacer en un ambiente de discusión, de ansiedad o violencia; o ser recibidos en este mundo en brazos de padres con desmedido miedo o ansiedad, o padres muy controladores y persecutorios, o situaciones traumáticas en la primera infancia… son solo algunas de las causas que se pueden mencionar; pero lo central tiene que ver con los primeros años de vida, con el «el clima emocional familiar primario» en el que se crece; de allí emerge la predisposición a todos los trastornos derivados de este factor.

En todo eso, los modelos son centrales: padres serenos, clima emocional familiar tranquilo, hijos igual. Los niños copian el estado emocional de sus padres, se impregnan de eso, y lo hacen rasgo de personalidad, positivo o negativo.

Un problema con el tiempo

La ansiedad es como un estado casi filosófico: en algún punto es querer ir más rápido que el tiempo. Si se pudiera traer al gran Albert Einstein a un café, acá en la esquina, seguramente diría: «Querido, la ansiedad es vivir en ‘estado de relatividad temporal’, es querer ganarle al tiempo, ir más rápido que él».

«Siempre estoy apurado, hasta para ir al baño», me decía la vez pasada un paciente: se trata de una persona que a sus treinta y pico, la realidad, ya le había pasado una factura importante en materia de salud física, por trabajar y estar «a mil» todo el día.

Han aumentado muchísimo las consultas por estos asuntos: gente cada vez más joven que viene con problemas de salud concretos por este flagelo, por esta locura de vivir «al palo», y ni hablar de las problemáticas de pánico, estrés, TOC y de decenas de trastornos en donde la ansiedad y «el no poder parar» son un factor central. Y la calidad de vida, ese es el punto central: vivir con ansiedad contamina mucho la vida cotidiana, el mundo del amor, el vínculo con los hijos, todo se tiñe de urgencia, y no conectamos verdaderamente con nada. Es como querer contemplar o disfrutar de un paisaje yendo a trescientos kilómetros por hora en un auto… a asa velocidad, ya no hay paisajes.

Muchos insisten en dominar al tiempo, no logran decir que «no» a casi nada, no soportaron quedarse afuera, no pueden ponerse límites y aceptar los tiempos del mundo. Entonces, a esos límites, se los pone la realidad, con un grito en su cuerpo.

La salida

Hay que escuchar los llamados, las señales, antes de que vengan problemas más pesados; porque, aparte, hay mucho por hacer y es un asunto que realmente tiene salida a corto plazo: las terapias, la actividad física (fundamental), la reconexión profunda con los afectos, la meditación, el dejar de priorizar el trabajo y «el deber ser» para comenzar «a ser»… y eso está en los vínculos fundamentalmente.

LAS CURAS SON SIEMPRE SOCIALES, VINCULARES SI SE QUIERE, E IMPLICAN TOMARSE MUCHO EL TRABAJO

Los profesionales luchan para que los pacientes no trasladen esos tiempos de la ansiedad (que no son los tiempos del mundo real) al tratamiento. Muchos quieren resultados rápidos. Se explica que el proceso en el cual una persona se va enfermando o adquiriendo estados sintomáticos o patológicos es largo, y que de eso no se vuelve tan fácilmente.

Yo creo que todos, los ansiosos ya declarados y los que se sienten tranquilos, tenemos que revisar cada tanto qué nivel de estrés y ansiedad. Porque son estados que se van instalando muy silenciosamente y, un día, de repente, ya estamos tomados por esta enfermedad de la premura.

Aumentar la capacidad de analizarnos; hacer deporte, amar, vivir con intensidad pero en calma, eso es prevenir, lo otro es ya «despertar» cuando estamos a tres metros del piso… y una hora dura veinte minutos.